jueves, 18 de noviembre de 2010

La Tetralogía de Dostoievsky por el Teatro Libre de Chapinero: “Crimen y Castigo”


La Tetralogía de Dostoievsky por el Teatro Libre de Chapinero:
“Crimen y Castigo”

Palabras clave: Dostoievsky, “Crimen y Castigo”, Teatro Libre de Chapinero, asesinato, Dios.

El grupo “Teatro Libre de Chapinero”, hizo un ciclo de adaptaciones  en febrero y marzo de este año de las obras de Fedor Dostoievsky, entre las que se encontraba  "Crimen y Castigo", la obra más conocida del autor ruso. La adaptación de esta obra trató principalmente las conversaciones de Raskolnikov con el inspector de la policía, Pétrovich; con su madre, Alexandrovna; y con Sonia, una prostituta. De manera intercalada y paralela, estas conversaciones llevan al espectador a resolver el asesinato de una vieja usurera y maltratadora. Aunque el tema principal de la obra es el crimen cometido, se intuye el cuestionamiento de la fe en Dios.


La puesta en escena de un juicio de valor: el Teatro Libre de Chapinero presenta su propuesta de “Crimen y Castigo”
El Teatro Libre de Chapinero, precedido por Ricardo Camacho, su director, hizo una adaptación de cuatro de las obras de Fedor Dostoievsky: "Crimen y Castigo" (una de las más conocidas obras del escritor ruso), “Los Hermanos Karamazov”, “El Idiota” y “Los Demonios”. Este ciclo, llamado “La Tetralogía de Dostoievsky”, presentó al público de manera extraordinaria las cuatro piezas en un mes (entre febrero y marzo del año que cursa). En el presente comentario se analizará únicamente la puesta en escena y la dirección de la propuesta de “Crimen y Castigo”, con el fin de sustentar la tesis de que existe un tiempo real en la narración, y otros muchos, paralelos a éste. Este análisis se hará esencialmente a través de tres elementos: la distribución de los personajes, la escenografía y la repartición de la acción.

La propuesta era muy interesante, pues tres actores interpretaban a seis personajes. Pero la distribución de los personajes también denota un elemento importante: el verdadero protagonismo de Raskolnikov –digo verdadero porque aunque él es el personaje principal de la obra, no necesariamente concentra todo el protagonismo-. Por un lado, Brigitte Hernández interpretó principalmente a Sonia, la prostituta, y de manera muy eventual a la vieja Aliona Ivanovna, la usurera asesinada, y a su hermana Lizaveta. Por otro lado, Héctor Bayona hizo del inspector Porfirio Pétrovich y, a ratos, del viejo Arcadio Ivanovich, un personaje mezquino. Christian Ballesteros actuó solamente como Raskolnikov, de ahí que se denota un verdadero interés en él. Cabe aclarar que por razones escenográficas, que se explicarán más adelante, ese interés se hacía muy evidente, dado que en esta propuesta del Teatro Libre de Chapinero, la acción que usualmente está tras bastidores se llevó a escena. Es decir, el espectador veía claramente cuando uno de los actores se cambiaba de vestuario para interpretar a otro personaje. Pero el hecho de que Christian Ballesteros nunca cambiara de personaje implica que él (y con él Raskolnikov) siempre estuviera haciendo parte de la acción. 

La puesta en escena era tremenda. La escenografía, muy sencilla: una mesa, una silla, uno o dos butacos y listo. Este estilo minimalista sirve principalmente para hacer remarcar los diálogos y la trama como tal, lo que contribuye a la concentración  en la atención a Raskolnikov. La iluminación también era muy interesante porque funcionaba no sólo como un cambio de escena, sino también como un cambio de locación. Vale la pena explicar que el escenario se 'dividía' en tres espacios y la luz alumbraba únicamente el espacio donde estaba transcurriendo la acción, por eso es que el público veía cómo se cambiaba y aproximaba el actor que no estuviera haciendo parte de la acción, pues en realidad seguía en el escenario pero sin jugar. En la parte derecha del teatro, Raskolnikov era interrogado por el inspector; en la parte izquierda interactuaba con la vieja, su hermana y la prostituta; y en la parte central estaba Raskolnikov solo, hablándole a su madre (y/o a Dios), aunque ella no aparecía en escena. Esta división del espacio a la que me refiero, que es muy poco usual, es esencial para entender que en la adaptación de Ricardo Camacho, hay una ‘circunferencia’ alrededor del personaje principal.


Se suma a esto la repartición de la acción. La obra comienza con un diálogo de Pétrovich con Raskolnikov. El primero indagándolo sobre su relación con la vieja usurera, pero esta conversación queda suspendida cuando Raskolnikov empieza a hablar con Sonia en la parte izquierda del escenario. Y luego, esta otra conversación queda en suspenso porque empieza una discusión entre el personaje principal con el viejo Ivanovich, para que más tarde se reanudara la interacción con el inspector. Y así sucesivamente, se transcurre toda la trama: conversaciones que se quedan en suspenso para darle paso a otra, intercalándose entre ellas. De esta forma, pareciera haber muchos tiempos (cada uno correspondiente a un diálogo) que se paran y no vuelven a empezar hasta que no se llegue de nuevo a ellos. Sin embargo, el espectador tiene la sensación de que cuando Raskolnikov está en la parte central del escenario, cuando está hablando con su madre, cuando reflexiona sobre su creencia y fe en Dios, cuando le cuestiona a éste toda su existencia, es en ese momento en el que simplemente el tiempo parece no transcurrir, como si se hubiera detenido. Es el único momento en el que no hay tiempo, o es como si no existiera.

Creo que se puede interpretar la unión de la división del espacio, con la repartición de la acción y la distribución de personajes, como espacios-tiempos. El espacio central, en donde Raskolnikov está solo es el tiempo real y los otros tiempos son ‘flashbacks’ que el tiene. Estos otros tiempos son paralelos e incluso simultáneos al real. En últimas, podría decirse que ese tiempo real es la conciencia del personaje y que permite ver esa especie de esquizofrenia que sufre. En palabras del director, esta puesta en escena de “Crimen y Castigo” lleva al espectador a “los más oscuros pliegues de la mente de un criminal”[1]. Es precisamente esa expresión, “pliegues”, la que deja ver que la interpretación del grupo del Teatro Libre de Chapinero sobre la obra del gran escritor Fedor Dostoievsky, es de un paralelismo en el tiempo de narración y en las conversaciones. Aunque la actuación no estuvo sensacional (pero tampoco era mala), la dirección de la obra me pareció estupenda porque de una forma muy poco convencional dio una propuesta divertida e interesante sobre las reflexiones que se dan en el texto. Invito al lector a leer una cuasi entrevista hecha al director Ricardo Camacho sobre el ciclo “La tetralogía de Dostoievsky” llamada “Soñé que Dostoievski me daba un espaldarazo”, que se encuentra en la página web: http://www.celcit.org.ar.  
Escrito por:


[1] Teatro Libre presenta – CRIMEN Y CASTIGO. Reseña en línea sacada de http://www.teatrolibre.com/crimen_castigo.html. Recuperado el 12/09/2010.
imagenes de: Cardona, Augusto.http://fotonoticiadac.blogspot.com/2010/04/crimen-y-castigo.html. Fuente en linea.
Escrito por: Camila Acosta Carrizosa

No hay comentarios:

Publicar un comentario